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lunes, 13 de junio de 2011

La inflación se cobra otra víctima: la falta de billetes en los cajeros.

 Con una inflación que no se detiene, los billetes pierden valor día a día.
En ese contexto, la negativa del Gobierno a poner en circulación un billete de mayor denominación que el de $100 y las limitaciones de carga de piezas que tienen los cajeros automáticos se combinan para que complicarle la vida a quienes buscan conseguir dinero en efectivo en cajeros automáticos durante un fin de semana o feriados, en numerosos puntos del interior del país, barrios periféricos de la Capital Federal y el conurbano bonaerense.
Según pública este lunes el diario La Nación, la peregrinación entre cajeros en busca de billetes es una situación cada vez más habitual y devela uno de los tantos costos que la persistente inflación tiene en la vida cotidiana del ciudadano común.
Los problemas se repiten, ya sea porque la capacidad de expendio de los cajeros se agota mucho más rápido que hace 3 o 4 años; porque la velocidad de rotación de los billetes crece a pasos agigantados y, en consecuencia, el deterioro y la vida útil de las piezas cae, consigna el matutino.
A ello se suma que, como cualquier consumidor lo nota, se necesitan cada vez más billetes para afrontar los consumos más cotidianos, a menos que pueda afrontárselos con tarjeta.
Según ese medio, el cajero automático promedio del sistema bancario argentino (una red con unos 11.000 expendedores) tiene poco más de seis años de antigüedad, cuatro celdas de carga (los hay de hasta 8) y capacidad para albergar hasta diez mil unidades de billetes por vez.
Pero el creciente nivel de rotación de los billetes, con su consecuente desgaste, provocó que, en los últimos años, ese tope de carga se haya reducido.
"Hoy si ponés que el promedio de carga ronda los 8.000/8.500 billetes no te equivocás", aconsejaron en las redes, tomando en cuenta que un billete usado ocupa más lugar y que, si no se toma en cuenta esta realidad, tienden a multiplicarse lo que denominan las "fallas del dispensador", en referencia a los cajeros que quedan inutilizados por billetes avejentados que traban su operatoria.
Hace unos años lo habitual era que cada celda de carga alojara billetes de distinta denominación, por ejemplo, una para los de $10, otra para los de $20, una más para los de $50 y la última para los de $100, señala La Nación.
De esta forma, la carga máxima del cajero llegaba a $450.000, lo que permitía abastecer las necesidades de la demanda de los clientes en cantidad y variedad.
Pero como por efecto de la inflación cada vez fueron necesarios más billetes para afrontar los mismos gastos y, consecuentemente, la extracción promedio del sistema fue en constante ascenso (no llegaba a los $ 300 en 2007 y ronda los $ 600 en la actualidad), lo primero que los bancos sacrificaron fue la variedad.
Así, en el último año y medio se hicieron comunes los cajeros cargados sólo con billetes de $50 y $100 o, directamente, de $100, y tendieron a desaparecer los que dan cambio, consigna el matutino en su edición de hoy.
De esta manera, los bancos lograron duplicar la capacidad de carga de las máquinas, lo que les permitió paliar la situación durante algunos años.
La cuestión ahora es que se está llegando al punto de que ni aun así (y pese a haber duplicado y hasta triplicado la frecuencia de recargas de los aparatos que atienden una mayor demanda) logran atender la creciente demanda de dinero que supone una economía en expansión y con costos crecientes, lo que hace que los problemas se reiteren.
"La clave para entender el problema es admitir que vivir en una economía inflacionaria tiene sus costos", dijo a La Nación Andrés Méndez, economista de la consultora AMF.
Al repasar las estadísticas de los últimos doce meses, Méndez observa que, si bien hubo un aumento interesante en la cantidad de cajeros (15%, incluso mayor que el incremento en la cantidad de usuarios de tarjetas de débito, del 5%), "para que la situación se mantenga en equilibrio tendrías que haber tenido un crecimiento nominal de la demanda de billetes muy ajustado. Pero acá la demanda de circulante en ese lapso creció 39%, y eso, en una economía que, pese a los avances en bancarización, sigue dependiendo mucho del efectivo, tiene este tipo de costos", insistió.
"El poder de compra de los 100 pesos de hoy equivale al 22% del poder de compra de diciembre de 2001, es decir que un billete de $ 100 de entonces sería uno de $ 400 a valores de hoy. Si no se reconoce esa situación, difícilmente den con una solución. Es evidente que con un billete de mayor denominación las limitaciones de carga de los cajeros se verían reducidas", apuntó a La Nación el economista Nicolás Bridger, de la consultora Prefinex.
Para Hernán Lacunza, de Empiria Consultores, una forma de aproximar la adecuación de los billetes en circulación al volumen nominal de transacciones es comparar su poder adquisitivo respecto del ingreso.
El proceso de emisión de un nuevo billete debería partir del BCRA, desde donde hoy, y pese a los crecientes problemas que tuvieron un pico de conflictividad a fin de año, no lo observan necesario.
En realidad, no quieren plantearle al Poder Ejecutivo esta demanda porque son conscientes de que la línea oficial es negar la inflación o, en todo caso, proclamar que los ricos son las víctimas de ella, como lo hizo alguna vez el ministro de Economía, Amado Boudou.
Y las iniciativas opositoras al respecto "duermen" en distintas comisiones parlamentarias, señala el matutino.
La última correspondió al diputado Gerardo Milman (GEN), que a fin de 2010 elevó un proyecto para propiciar la emisión de un billete de $200, aprovechando como excusa el Bicentenario.
"Nunca fue tratado. El oficialismo no quiere saber nada con eso", confió a dicho medio, pese a que permitiría hasta duplicar la capacidad del cajero promedio del sistema y hasta favorecería las condiciones para que en las máquinas reaparezca el cambio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Además nos complica la coleccion de billetes. Son cada vez mas series y años. Mucha plata. jaja